El
Deportivo de La Coruña está muy cerca de alcanzar, en Segunda División,
la cifra de los 25.000 socios, cantidad impensable desde los tiempos del
'Euro Dépor'. Pero la pasión de una ciudad y sus gentes por su equipo
no es nada nuevo. Muchos años antes, aficionados como Gamborena, Chousa o
Bertorella daban vida a esa gran familia que es el deportivismo
La ciudad de Coruña vive, prácticamente desde el minuto siguiente a
certificarse el drama del descenso, en una fiebre blanca y azul, como si
se viese inmersa en las llamas de un primer amor reencontrado años
después, tan fuerte que ni las arrugas (Caparrós) ni los kilos (Lotina)
pudieron extinguir. Hoy son ya 24.888 los socios, según cifras oficiales
del club. Así pues, solo faltan 112 abonos para alcanzar la mágica
cifra de los 25.000, inédita desde los años de gloria de Irureta,
Naybet, Djalminha y Makaay y compañía, en la primera mitad de la pasada
década.
Uno de los rasgos definitorios de muchos de esos 24.888 socios del
Deportivo es la juventud. Se trata de algo muy positivo para el club, ya
que convierte al graderío, partido tras partido, en uno de los más
coloridos y animosos del fútbol español. Por contra, los nuevos tiempos
han llevado a que aficionados tan pintorescos (y fieles) como Manolo el
del bombo, o la popular Abuela del Betis sean, cada vez más, una 'rara
avis' en los campos del fútbol español. Y Riazor no es una excepción.
Pocos, por no decir ninguno, son ya los que recuerdan nombres como los
de Gamborena, Chousa, Bertorella o Ferreiro, los incondicionales de una
época en la que los asistentes al estadio eran como una gran familia.
Hinchas de un tiempo en el que hasta los entrenadores contaban con ellos
para elaborar las alineaciones. Cuentan que Irulegui, Naya Mella e
incluso el mismísimo Arsenio Iglesias se acercaban a ellos para pedirles
consejo técnico y táctico, adquirido en miles de horas devorando fútbol
en unos gallineros que nada tienen que ver con la comodidad del actual
Riazor.
Otro popularísimo aficionado en su momento fue Antonio Lodeiro, alias
Bertorella. Aficionados, jugadores y directiva consideraban que, como si
de un amuleto se tratase, daba buena suerte, hasta el punto de recibir
la misma prima que los jugadores de la primera plantilla cuando se dio
el histórico ascenso de 1941. Tanto era su amor por los colores que no
escondía –como reconocía en una entrevista en el histórico y
desaparecido semanario 'Riazor'- que si el médico le llegase a prohibir
ir a ver al Deportivo, se moriría. Contemporáneo a este era Gamborena,
un hincha que bien podría pasar por un Riazor Blues de la época, siempre
muy activo en la defensa y exaltación del deportivismo, animando en el
campo, agitando la bandera, pegando carteles…
Junto a estos también son reseñables nombres como el capellán del
equipo, padre Rafael Taboada, o la histórica Margarita Ponte y sus
amigas, poniendo los agudos en un estadio en el que, a diferencia de la
actualidad, las mujeres eran minoría absoluta. Todos ellos y muchos más
mantuvieron con vida un sentimiento, el deportivismo, en unos años
difíciles, en los que las camisetas más vendidas en la ciudad eran
blancas y el club estuvo al borde de la desaparición en numerosas
ocasiones. Hoy, como es sabido, la situación es bien diferente.
FUENTE: Vavel
FUENTE: Vavel
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