Faenza es una pequeña ciudad cerca de Rávena, en la Emilia-Romagna
italiana, cuyo estadio se llama Bruno Neri. A muchos su nombre poco
dice. En su lápida reza lo siguiente: "Bruno Neri, comandante partisano
muerto en combate en Gamogna el 10 de julio de 1944. Tras destacar como
atleta de primer nivel destacó en la acción clandestina primero, después
en la guerra de guerrillas, magníficas virtudes combatiendo y un gran
ejemplo para las futuras generaciones".
En 1931, Neri tenía sólo 21 años cuando las botas y las camisas negras de las hordas de Mussolini eran dueñas y señoras de las calles de toda Italia. Neri era jugador de la Fiorentina el
día que se inauguró el estadio Giovanni Berta, el actual Artemio
Franchi, en Florencia. El nombre era el de un militante fascista que
había sido asesinado por un comando comunista que lo lanzó a las aguas
crecidas del Arno en un enfrentamiento en febrero de 1921. De aquel
partido quedó una imagen, la de 21 jugadores haciendo el saludo romano
mirando al palco y sólo uno, Bruno Neri, impasible, con sus brazos
caídos.
"Cuando te llega la pelota ya tienes que haber pensado qué vas a hacer con ella"
Formado en el instituto agrario de Imola y ligado siempre al mundo de
la cultura de su región, sus virtudes futbolísticas le llevaron del
equipo de su ciudad a la Fiorentina en el verano de 1929 a cambio de una
cantidad rimbombante entonces: 10.000 liras. Una frase
suya que se hizo famosa en sus días fue "cuando te llega la pelota ya
tienes que haber pensado qué vas a hacer con ella". Muchos años después,
Xavi Hernández explica con esa frase la diferencia entre un buen
jugador y un crack.
De Florencia pasó al Lucchese, equipo de primer nivel en los años 30. Con la camiseta rojinegra llegó a la selección y dio el salto al Torino, donde colgaría las botas en marzo de 1940. Faltaban dos meses para que Italia se uniera al Eje en la Segunda Guerra Mundial.
Bruno Neri se había ido acercando a los movimientos antifascistas gracias a su primo Virgilio, ligado a la izquierda italiana desde 1916. Tras dejar el fútbol, el ex futbolista entró en la ORI (Organización de Resistencia Italiana).
Dejó Milán, donde había montado un negocio, y regresó a Faenza. Un día
supo que los alemanes le buscaban. Habían descubierto su juego. Buscó al
utillero del equipo de su pueblo, le regaló sus botas y se echó al
monte.
Dentro del círculo, definición de dos pelotas y un palito |
Su misión, estrechamente ligada al OSS americano (Office of Strategic
Service, con el que entró en contacto en Sicilia en los días del
desembarco aliado) y el CLN (Comité de Liberación Nacional), se
desarrolló en el Batallón Rávena, encargado de estudiar operaciones de
sabotaje en la Línea Gótica, la creada por el mariscal alemán Albert
Kesselring para frenar el avance aliado en los Apeninos.
Neri, cuyo nombre de guerra era ‘Berni’, se convirtió en el número dos del Batallón Rávena. El jefe era su primo Virgilio, ‘Nico’. El grupo se destacó en la recuperación de paracaidista aliados lanzados en su región. En una de esas operaciones iba a encontrar ‘Berni’ la muerte. Fue el 10 de julio de 1944 en el monte Eremo di Gamogna. Cerca del cementerio de Gamogna, él y su compañero y jugador de voleibol Vittorio Bellengui fueron sorprendidos por un grupo de 15 soldados alemanes que buscaban ascender al monte. Trataron de hacer frente cuerpo a tierra, pero los alemanes encontraron resguardo tras un muro. Un disparo en la cabeza acabó con la vida del futbolista-partisano, cuya figura se está tratando de recuperar en los últimos años en Italia.
Neri, cuyo nombre de guerra era ‘Berni’, se convirtió en el número dos del Batallón Rávena. El jefe era su primo Virgilio, ‘Nico’. El grupo se destacó en la recuperación de paracaidista aliados lanzados en su región. En una de esas operaciones iba a encontrar ‘Berni’ la muerte. Fue el 10 de julio de 1944 en el monte Eremo di Gamogna. Cerca del cementerio de Gamogna, él y su compañero y jugador de voleibol Vittorio Bellengui fueron sorprendidos por un grupo de 15 soldados alemanes que buscaban ascender al monte. Trataron de hacer frente cuerpo a tierra, pero los alemanes encontraron resguardo tras un muro. Un disparo en la cabeza acabó con la vida del futbolista-partisano, cuya figura se está tratando de recuperar en los últimos años en Italia.
La historia de Neri no es la única de deportistas italianos que lucharon contra Mussolini y la ocupación nazi.
Uno fue, Ernest Egri Erbstein, su entrenador en el Lucchese y una de
las víctimas del accidente de Superga que en 1949 acabó con el Gran
Torino. Las leyes raciales de Mussolini le hicieron abandonar Italia y
acabar en la ciudad donde creció, Budapest, donde se hizo futbolista en
las filas del BAK. Allí su familia, que había tomado el nombre Egri para
camuflar su origen hebreo, se encontró con el horror del gobierno de
Horty, aliado de Hitler y la caza de judíos para enviarlos a Auschwitz.
Camuflada con mil y una artimañas, la familia sobrevivió en la capital
magiar y el padre atravesó varias veces de manera clandestina las
fronteras hasta Italia para recomendar a Ferrucccio Novo, presidente del
Torino, que comprase a fenómenos como Loik o Mazzola. Él fue el último
entrenador de aquel Toro de los cinco títulos.
Franco Valentino, un portero juvenil de la Juventus, dinamitó la sede del EIAR, hoy llamada RAI.
La acción le costó la vida ya que horas después fue capturado,
torturado y colgado a sus 19 años en corso Vinzaglio de Turín después de
que los alemanes no le sacaran el nombre de sus colaboradores (Dante di
Nanni y Giovanni Pesce).
‘Il Duce’ decidió mandar al gran Fausto Coppi a
combatir a África para dar ejemplo a la juventud. Otro ciclista
legendario, Gino Bartali, se jugó la vida en la Florencia ocupada
llevando en su tubular salvoconductos para que muchos judíos pudieran
cruzar la frontera.
La guerra también dejó víctimas al otro lado. Dino Fiorini, lateral
zurdo del Bologna y Don Juan de su época, entró a formar parte de la
Guardia Nacional Republicana y la muerte le sorprendió en Monterenzio (a
una hora de la Faenza de Neri) en un choque en septiembre de 1944 con
un comando de partisanos. Nadie supo nunca si aquel encuentro al que
Fiorini acudió en moto fue un intento de pasarse al lado ‘rojo’ o una
emboscada que él había preparado a los partisanos y que fue descubierta.
Su cuerpo nunca apareció por más que sus hijas, Paola y Franca, lo
hayan intentado.
FUENTE: MARCA
FUENTE: MARCA
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