Interesante articulo de opinión de John Carlin, reproducido por "El País", en su edición del 9 de Octubre del 2011. Aun no estando de acuerdo con algunas aseveraciones y profundamente en contra de otras -la intolerancia y el insulto fácil en el fútbol no se solucionan con sanciones, si no con debate, educación y, sobre todo, un cambio radical en el modo de relacionarnos con el resto, esto es, con el fin del modelo capitalista, ya agotado y en decadencia. El fútbol es simplemente el reflejo de la sociedad en la que vivimos- no deja de ser un artículo de opinión para reflexionar sobre lo que comenta.
Menos mal que aquellos ocurrentes aficionados del Atlético de Madrid
se limitaron el domingo pasado a celebrar la muerte del sevillista
Antonio Puerta. Imagínense si se les hubiera ocurrido la barbaridad de
corear la palabra mono a un jugador negro del equipo rival. En
vez de quedarse en una riña local, el asunto hubiera provocado la furia
de la UEFA y la FIFA, la prensa de países más políticamente correctos
que España (por ejemplo, Inglaterra) hubiera emitido aullidos de
indignación y al Atleti le hubiera caído una sanción del copón.
No hay nada peor para las autoridades del deporte que el racismo contra gente de origen africano. Esto los fans
ingleses lo han entendido muy bien. Tienen la inteligencia de
comportarse con impecable cortesía racial hacia los jugadores negros,
volcando toda su crueldad hacia -entre muchos otros- los judíos, las
mujeres, los homosexuales y los muertos.
Algunos (los del Arsenal, por ejemplo, cuando juegan contra el judío
Tottenham) recuerdan, con sonrisas burlonas, las cámaras de gas del
holocausto nazi; otros se meten a lo bestia con futbolistas
supuestamente gais; casi todos insultan, de manera espectacularmente
obscena, a las mujeres. Y muchos tienen la costumbre de celebrar
tragedias en las que han muerto jugadores o seguidores de equipos
rivales. Los fans del Manchester City, por ejemplo, aún no
abandonan la costumbre de reírse del accidente aéreo en Múnich un frío
febrero de 1958 en el que murió la mitad del equipo del Manchester
United. Una de las canciones favoritas de los del City contiene el
estribillo, "¿Quién se está muriendo en la pista? ¿Quién se está
muriendo en la nieve?". La semana pasada un salado colgó en YouTube un
vídeo de un niño de unos cuatro o cinco años cantando esta precisa
canción.
Y no se trata solo de insultar a equipos o determinados grupos de personas. Muchas veces los fans
reservan lo peor para los individuos. Arsène Wenger, el entrenador del
Arsenal, tiene que aguantar temporada tras temporada un cántico en el
que le pintan como un pedófilo; Fernando Torres ha sido, entre muchas
otras cosas, un travestí; las novias de los mejores jugadores rivales,
especialmente las conocidas (como Victoria Beckham), son siempre
prostitutas.
No hay límites. Salvo en el terreno de los insultos
netamente raciales. ¿Por qué? ¿Por qué los negros reciben una protección
especial? ¿Por qué la FIFA, UEFA y las asociaciones nacionales no
imponen multas también a los clubes cuyos seguidores insultan
descaradamente, de manera igualmente fea, a otros representantes de la
especie?
Es curioso. Huele, incluso, a racismo. Porque lo que esta
discriminación a favor de los negros esconde, de manera no muy
disimulada, es una actitud ofensivamente paternalista, como si las
personas negras fueran unos niños indefensos con limitada capacidad
cerebral. Recuerda a aquellos que mantienen, en un contexto algo más
dramático, que la culpa del genocidio en Ruanda, en el que murieron un
millón de personas, no fue tanto de los que repartieron los machetazos
como de los antiguos colonizadores belgas por haber exacerbado
deliberadamente la división tribal. Si uno se detiene a reflexionar un
instante ve lo absurda y denigrante que esa esta manera de pensar.
Todo
lo cual no es un argumento a favor de que se dé luz verde a los
insultos raciales en los campos de fútbol. Al contrario. Es una llamada a
la igualdad. Las mujeres, los judíos, Arsène Wenger, los familiares y
amigos de Antonio Puerta (y también los jugadores y entrenadores
portugueses) tienen los mismos derechos a recibir protección que
aquellos que nacieron con sangre africana en las venas. No puede ser
peor decir "me cago en los negros" que "me cago en tus muertos". Pero,
en cuanto a aceptabilidad social hoy en día, al menos en los campos de
fútbol, pareciera que sí, lo cual nos ofrece un buen ejemplo de cómo la
ciega sumisión a lo políticamente correcto conduce no solo a la idiotez,
a veces, sino a la injusticia y a la desigualdad.
Extraido de: El país
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