jueves, 2 de septiembre de 2010

Riazor, entre la playa y el estadio

La opinión de La Coruña, 31/8/2010-. O a la playa o al fútbol. Ese era el dilema ayer para muchos coruñeses y deportivistas, que veían cómo la confluencia entre el final de agosto y el principio de la Liga les hacía escoger entre papá o mamá. Al final, apenas media entrada para la puesta de largo del Dépor con más caras nuevas de los últimos tiempos.
Las carreteras de acceso a Riazor, sin apenas grandes aglomeraciones, hacían presagiar un estadio con más cemento visible, incluso, del que había. Pero lo cierto es que el grueso de aficionados ya se aglutinaba en el Paseo Marítimo, en las taquillas para hacerse con la entrada a última hora o en las terrazas de los aledaños del estadio. Ahí sí que no cabía un alfiler. Y por parte visitante, apenas alguna camiseta del Zaragoza en pequeños grupos que seguramente aprovecharían sus vacaciones por tierras gallegas para acercarse a ver a su equipo.
La foto no corresponde al Rcd-Zaragoza
 Ya en el campo y con el goteo de aficionados llegando a sus asientos durante los primeros minutos del encuentro, los Riazor Blues tomaron las riendas de la animación como viene siendo habitual y le dieron más pinta de campo de fútbol a un recinto en el que Pabellón Inferior cada año está más lamentablemente vacío.
Y para los más supersticiosos, antes del pitido inicial llegó el primer problema: el Zaragoza ganó el sorteo e impidió que el Dépor atacase contra Maratón en la segunda parte. Leo Franco pagó el pato de la decisión y los Blues lo recibieron con mofa a la llegada a la portería.
Con el balón en movimiento, apenas cambió el guión con respecto a cualquier otro partido. Los fieles arroparon a un Deportivo que ofreció buenas sensaciones en el inicio, pero al que le costó un mundo generar ocasiones en la meta de Leo Franco. Y, de paso, los Blues ensayaban algún nuevo cántico para este año, apoyados en su particular speaker, micrófono en mano y con los altavoces a todo volumen.
Con el partido empantanado, apareció el protagonista indiscutible de un choque aburrido: Ángel Lafita. El maño fue el blanco indiscriminado de las iras de los deportivistas desde el momento en que se puso a calentar en la banda y los decibelios subieron hasta el punto más álgido en el preciso instante en el que Jorge López dejó su sitio al ex del Dépor mediado el segundo tiempo.
En ese momento, comenzó el acoso frontal a Lafita, recibido con un abucheo espectacular al que le siguieron una ristra de cánticos nada cariñosos para el maño. Tras llamarle "pesetero", la grada coreó el "Lafita, cabrón, sal de Riazor", al que le siguió un "que paguen lo que deben", recordándole al Zaragoza la deuda por el traspaso del jugador.

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