Siguen las suspensiones de pagos, los contratos incumplidos, los tejemanejes con las remodelaciones de los estadios, la bancarrota y el sufrimiento de una afición que sufre, impasible, como se cepillan a su equipo por toda la cara.
La situación del Real Murcia ha pasado a ser tan grave en el último mes, ha cambiado tanto y para mal en los últimos días, que a la penosa clasificación deportiva la supera la actualidad institucional. El Murcia se ha convertido en un auténtico barullo. El ex presidente Jesús Samper y todas sus empresas están dejando tal solar que no hay por dónde cogerlo. No hay dinero, no hay posibilidad de fichar, no se sabe muy bien cómo se irán acometiendo los próximos pagos.
Todo depende de Madrid, del despacho de Juan Manuel Trujillo y de si éste quiere aportar liquidez a un Real Murcia incapaz de generar más recursos hasta final de temporada. Hay pagos que son urgentes: los futbolistas no han cobrado las partes proporcionales de las fichas, algo que antes no se hacía porque el contrato se dividía en doce meses; a Javier Clemente hay que pagarle el finiquito; el Consejo debe ratificar el acuerdo adoptado en los juzgados con el jugador Juanma, al que deben pagarle 300.000 euros netos en las próximas doce mensualidades... todo esto además de afrontar el día a día.
El nuevo presidente, Juan Guillamón, está haciendo gestiones para que Ayuntamiento, Comunidad y Cajamurcia adelanten algo más de un millón de euros, pero con eso sólo hay para un mes. ¿Qué pasará después?
Además, la empresa de Samper y Trujillo y el Ayuntamiento, matrimonio casi perfecto hasta hace 15 días, andan a la gresca por un convenio urbanístico por el que la empresa pide ahora 25 millones de euros, que dicen que costó de más la construcción de Nueva Condomina, mientras que el Consistorio pide 58.000 metros cuadrados, que sale como resultado de una sentencia judicial. Si no entra con urgencia ningún grupo inversor en el Murcia, la Ley Concursal está a la vuelta de la esquina.
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