sábado, 16 de marzo de 2013

Deportivo 3-1 Celta de Vigo, 15/03/2013

La fiesta del fútbol gallego empezó horas antes del partido. El sol iluminó la ciudad herculina para darle la bienvenida a un duelo único y especial. Los aficionados se encargaron de ponerle el color blanquiazul a cada calle, en especial a las cercanas al estadio de Riazor. El escenario de la batalla.
Los coruñeses cantaron y festejaron buena parte de la tarde. Los autobuses de los seguidores celestes llegaron a A Coruña cuando los relojes marcaban las siete de la tarde. Protegidos y vigilados por los policías llegaron al estadio sin ningún tipo de incidente. Salvo que el sentimiento de rivalidad crecía minuto a minuto. Los carteles de Se vende Dépor fueron la chispa para encender el ambiente. Solo quedaban los grandes protagonistas. El equipo local llegó a su templo antes que el Celta al ritmo de "Dale alegría a mi corazón". Las voces de los blanquiazules se ahogaban en continuos cánticos para ovacionar a los suyos. Los aplausos confirmaban todo tipo de sospechas: el apoyo de la afición seguía siendo incondicional. Como siempre. Por su parte, los celestes apenas repararon en los herculinos. El derbi, de por sí, ya trae consigo cierta tensión pero la presencia de los deportivistas aportaba una dificultad añadida.
Mucho más que tres puntos estaban en juego. La lucha por la salvación, la alegría de un estadio? Pero sobre todo el orgullo de una afición completamente entregada. Y eso estuvo presente en los noventa minutos de partido. Los Riazor Blues desplegaron una enorme pancarta cuando las dos plantillas salían del túnel de vestuarios. O noso orgullo -rezaba el cartel-- junto con el escudo del Deportivo. La Federación de Peñas también quiso poner su granito de arena haciendo referencia al mismo aspecto (Defendede o noso orgullo). Todo ello acompañado de un mosaico que reflejaba los colores azul y blanco.
Todos estaba preparado. El campo y las gradas parecían vibrar al son de la alineación ideada por Fernando Vázquez. Cuando el balón se puso en juego, los seguidores teñidos de blanquiazul hicieron de su apoyo un auténtico espectáculo. Las 33.000 gargantas que animaban al Deportivo se deshicieron en halagos. El plantel coruñés respondió. Riki fue el encargado de poner el grado de euforia al máximo exponente con el primer gol. "Sí se puede", retumbaba en Riazor. Y también en la ciudad entera.
En la grada de Maratón, las banderas deportivistas no dejaron de ondear ni un solo segundo. Hasta los servicios médicos tuvieron que intervenir en la primera parte para evacuar a un aficionado coruñés. Mientras que los celestes permanecían inmóviles en Preferencia ante la expulsión de Aspas. Un contraste de júbilo y preocupación que hacía las delicias de los seguidores. Un duelo a vida muerte en el que afición y equipo se alinearon -como los astros en una noche perfecta- para intentar escalar puestos en pos de la permanencia.
Al descanso, la grada ya pedía el final del encuentro. La segunda parte se antojaba eterna. Pero los Riazor Blues se encargaron de poner la guinda al pastel con otra de sus creaciones. En este caso la pancarta mostraba a un personaje de la serie Los Simpsons que se reía de la vitrina vacía del conjunto celeste junto con una frase: Un día calquera na sala de trofeos do Celta. Si el ambiente ya estaba tenso, esto aumentó las revoluciones.
Como dice la mítica canción El show debe continuar (The show must go on) y ambos equipos se lo tomaron al pie de la letra. Pero sobre todo los aficionados. El repertorio de cánticos deportivistas se convirtió en la banda sonora del derbi. El calor que desprendía el público creó la atmósfera ideal para seguir reinando sobre el césped. Sílvio se armó de valor y envió el baló a la red celeste antes de que Javi Varas pudiera reparar en la trayectoria del esférico. Otro gol que ponía a los coruñeses de pie en sus asientos. "El Dépor es de Primera", volvió a inundar el estadio como antaño. Una frase que significa mucho para los herculinos y que la plantilla dirigida por el de Castrofeito trató de merecer en la tan esperada noche.
Se vio un Dépor comprometido. Con pegada. Y los aficionados blanquiazules lo notaron y lo agradecieron en cada grito. Los aplausos eran constantes y el único protagonista, el Deportivo. En la segunda parte, las voces solo animaban al conjunto local ya que ni siquiera hacía falta referirse al eterno rival.
Riki fue el primer cambio de Vázquez, para dejar su puesto a un Salomão muy enchufado. La afición volvió a rendir homenaje al killer herculino. "Riki, Riki", se hizo eco hasta que el grito de gol se alzó como protagonista. El portugués que acababa de pisar el verde de Riazor se quiso hacer notar de la mejor manera posible. El estadio se venía abajo de felicidad y Salomao fue a celebrar el tanto al banquillo.
El gol del Celta no empañó los ánimos de victoria. Todo lo contrario. Sirvió para ofrecer todavía más apoyo -si era posible-. Antes de que Bergantiños saltase a jugar, la grada ya coreaba su nombre con fervor. Todos querían participar en un triunfo que daba vida al Deportivo. Valerón cedió su posición y pasó a sentarse junto con el resto de la plantilla. Las palabras de elogio al Flaco llenaron las bocas de todos los aficionados. Como ya es costumbre.
Despacito y con buena letra, pensaron los coruñeses. La victoria era tan importante que había que agarrarla con uñas y dientes. No se podían cometer errores ni dejar que las contras celtistas se transformasen en pesadilla. Misión cumplida. Salomão volvió a tener la ocasión de cerrar el marcador con el cuarto gol del Deportivo pero la suerte no estuvo de su lado en ese instante. Riazor enloqueció de nuevo. Los aficionados ya estaban festejando la vida de su equipo. De su amor. La ola y las bufandas al aire fueron la despedida perfecta a un partido que parecia un sueño. Pero no. El Dépor lo hizo realidad. Eso sí, con la afición como motor. Y como colofón de fiesta, manteo a Fernández Vázquez a su salida de Riazor
















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