jueves, 16 de agosto de 2012

El autoestopista de Grozni

Tras sugerente título y estimulante portada se encuentra, enmarcado dentro de la colección "Hooligans ilustrados", el mini-libro -no llega a las 60 páginas- escrito por el periodista Ramón Lobo, hijo de un divisionario azul y militar en el Ejército Español que lo único que heredó de su viejo fue, su pasión por el Real Madrid. Nada más, ni ideología, ni carrera militar, ni gaitas. 
 El texto va y viene continuamente por un sendero que recorre los últimos 20 años de conflictos a lo largo del globo terraqueo y que tienen como protagonista principal la propia memoria del periodista. Desde Chechenia a Sierra Leona pasando por Iraq y por Bosnia.
 Ameno y entretenido, se ventila en una hora escasa y cuenta con no pocas dentelladas de humor negro entre tanto drama y terror de transfondo. Y el fútbol, siempre el fútbol como excusa, para destapar odios, rivalidades, encuentros, reconciliaciones, vivencias e historias. Que la pelota acabe por entrar, o no, puede suponer una exigua tregua a varios miles de kilómetros de distancia.
 Como contras, el excesivo precio del ejemplar (6 pavos) que te hace replantearte si fue una buena compra la de hoy o hubiese sido mejor gastarlo en tomar unas cuantas cañas, con este calor sofocante. Y el excesivo madridismo del escritor que hace que resulte, en ocasiones, empalagoso para las mentes futboleras que tendemos a recelar de la grandeza de los grandes y apostamos por la modestia, la heroicidad y la mala suerte de los perdedores.
 De todo el libro me quedo con la sensación, compartida con el autor, de cuan diferente hubiese sido el resultado de aquella Eurocopa del 92 que se llevó una Dinamarca invitada de última hora tras la expulsión de Yugoslavia de la competición. Aquella Yugoslavia que acudia con Mijatovic, Spasic, Pancev, Mihajlovic, Jarni, Katanec,etc...y que hubiese sido un deleite poder disfrutar en Suecia. Y, sobre todo, con esta anécdota de cuando el autor trabajaba en Bosnia en 1993:
“Cada domingo llamaba a Madrid para enviar la crónica, si había fallado el fax, o para comprobar su recepción, saber si sobraban o faltaban líneas, cuál era el titular preferido y si tenía instrucciones para los próximos días. Mientras esperaba solía preguntar al compañero que había cogido al teléfono: «¿Sabes cómo ha quedado el Madrid?». Y el compañero, que nunca sabía nada, gritaba: «El Lobo quiere saber cómo ha quedado su equipo». Tras un silencio, siempre largo, el disgusto: «Habéis empatado con el Rayo».”
 Obviamente se refiere a aquel empate a 1 en el Bernabeú de la temporada 92/93 y donde el modesto conjunto de barrio fue por delante del marcador durante 25 minutos, merced al gol de Pedro Riesco y con aquellos Wilfred, Cota, Pablo, Visnjic, Calderón, Pizo Gómez, Polster..que me hacian vibrar de chinorri.Quien me iba a decir a mi que 20 años después, en una calurosa tarde de Agosto, iba a leerme unas líneas de alguien que estaba viviendo un momento histórico en primera persona del singular y, paradojicamente, sentía envidia de un chaval de 12 años que desde el gallinero del Santiago Bernabeú disfrutaba como un cosaco con el empate de su modesto equipo frente al todopoderoso.

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