Sáhara Occidental. Dajla. Barrio de Hay Mesyed. Calle Butalha, sin
número. Es la casa de la familia de Maichan Mohamed Lamin Lehbib, 28
años, muerto el pasado lunes durante los disturbios que desembocaron
tras un partido de fútbol en la ciudad entre el equipo local Mouloudia y
el Mohammedia. Unos incidentes que duraron hasta la tarde-noche del
lunes.
Padre del fallecido |
"Todo comenzó como un partido de fútbol y desembocó en una lucha
entre comunidades irreconciliables", sostiene Brahim Hamayada, tío de la
víctima. Brahim habla perfecto español porque toda la familia "vivía
aquí cuando esto era Villa Cisneros", afirma Sidati, primo del
fallecido. "Mi padre fue primer vicesecretario del Ayuntamiento en la
época; mi madre es parlamentaria del Frente Polisario en los campamentos
de refugiados de Tinduf (Argelia) y trabajó en la radio cuando el
Sáhara era español", continúa Sidati.
Aicha, 50 años, es la madre
de Maichan. Trabaja en la administración de un colegio y gana 250 euros
al mes, con los que trata de mantener a su familia. Tiene además tres
hijas, Maya de 21 años, Magbula, de 20 y Salma, de 16. "Tenía otra hija,
Sofía, pero murió en 2009 por una enfermedad", dice Aicha. "Y mi marido
también falleció, en 2001, en un accidente". Maichan perdió la vida el
lunes pasado, un día después de que comenzaran los disturbios tras el encuentro deportivo, al
que "no acudió", asegura su madre. La causa de la muerte no está del
todo clara. Existen dos versiones. "La primera, por accidente de coche",
asegura su primo Sidati, "y la segunda que consiguió salir del vehículo
y que los marroquíes fueron a rematarle con piedras". La familia afirma
no decantarse por ninguna de las dos porque no han recibido los
resultados de la autopsia, aunque sostienen que el cuerpo de Maichan
"tenía una fractura en el cráneo, lo que probablemente fue por alguna
piedra".
"Era bueno, educado, trabajaba en la pesca, recogiendo el
pescado y vendiéndolo", recuerda, entristecida, Aicha. Se le saltan las
lágrimas al recordar la muerte de su hijo y los días de violencia y
miedo que han vivido esta semana. "La gente intentó salir al desierto
para montar un campamento y así encontrar la paz que no había en la
ciudad", recuerda Sidati, pero "como no podían irse lejos por problemas
logísticos, el Ejército evitó que se instalaran cerca de la ciudad".
Sáhara
Occidental. Dajla. Barrio de Al Wakala. En esta zona marginal las
calles no tienen nombre. La casa de Moulay El Har Koumeily se cae a
cachos. Un largo pasillo sirve de hilo conductor entre unas habitaciones
con muros de piedra. En una de ellas, sentado, se encuentra Hafed El
Hamriti, padre de Yassine, 22 años, fallecido también en los disturbios
que esta semana han sacudido Dajla. Hafed hace 21 años que reside en
esta ciudad saharaui, pero es natural de Marrakech. Tiene 7 hijos más y
una esposa. Preguntado por su edad, necesita mirar su carné de
identidad, no la sabe de memoria. "62 años", contesta con el documento
en la mano. Está jubilado, pero ha trabajado toda su vida de obrero,
posible causa de su artrosis. Toda la familia vive de su pensión y del
sueldo de uno de los hijos.
"A Yassine lo atropellaron con un Land
Rover", afirma, llorando, Hafed. "Después recibió varias puñaladas en
el vientre y le lanzaron contra una roca que le partió la espalda".
Hafed asegura que no puede dormir "por miedo a los criminales que
provocaron esto" y solo desea "que la justicia caiga sobre ellos y que
sean arrestados y condenados".
Una ciudad, dos modos de vivirla
Estos
incidentes no son los primeros de este tipo que se suceden en Dajla
este año. El pasado mes de febrero diferentes enfrentamientos entre
marroquíes y saharauis, todos residentes en esta ciudad, obligaron a
cancelar el Festival Mar y Desierto. "Desde ese momento se sembró el
odio", sostiene Brahim Hamayada, tío de la víctima saharaui.
Esta vez, el conflicto comenzó por motivos deportivos,
a la salida del partido de fútbol; pero "distintas manipulaciones
políticas", según las autoridades marroquíes, hicieron que desembocara
en "auténticos actos cometidos por criminales". "Quien provocó y siempre
ha provocado es la otra parte, los que están al Este de la ciudad y que
tantas veces hemos denunciado", defiende Brahim, en alusión al barrio
marroquí de Al Wakala.
Las acusaciones de "manipulaciones políticas"
que denuncia el Gobierno marroquí podrían ir orientadas, aunque no se
ha confirmado todavía así, hacia el Frente Polisario. Sin embargo,
Hafed, el padre de la víctima marroquí, no cree que esto sea posible.
"No podemos decir que los responsables pertenezcan al Polisario, no les
conocemos".
Hafed vive en Al Wakala, un vecindario poblado por
marroquíes venidos a Dajla después de 1975, cuando Marruecos se anexionó
los territorios del Sáhara Occidental después de que los abandonara
España. La familia de Maichan, nativa de la antigua y española Villa
Cisneros, llevan en Dajla "desde siempre". Sus vidas, completamente
paralelas, se cruzan de manera violenta en ciertas, demasiadas,
ocasiones como ésta. "La gente encierra muchas veces a sus hijos para
que no los encuentren y los detengan por no haber hecho nada, no se vive
tranquilo aquí", sostiene Darjala, nombre en clave de la tía de
Maichan. Hafed afirma lo contrario y subraya que la vida en Dajla suele
ser "tranquila", solo perturbada "a veces por criminales".
¿La
solución? Para Hafed, el proyecto de autonomía que defiende Marruecos
ante Naciones Unidas que incluye la incorporación del Sáhara Occidental
como provincia marroquí, aunque con amplias competencias. "Es la
solución que ha ofrecido nuestro rey con la nueva Constitución y la
mejor vía para alcanzar la paz". La familia de Villa Cisneros, en
palabras de Sidati, comparte este fin de olvidarse de la violencia, y
parece resignada a una realidad que parece apagar poco a poco los deseos
de independencia. "Eso son deseos mayores, lo que queremos ahora es que
reine la paz".
FUENTE: Cadena Ser
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