martes, 10 de agosto de 2010

Una de espías

 El socialismo real que se vivió en el Este de Europa entre la caida del nazismo en 1945 y la caida de los primeros regímenes comunistas a finales de los ´80, que culminó con la guerra de Yugoslavia y que tuvo como eje vertebrador la "guerra fria" entre el capitalismo occidental y el socialismo real del oriente europeo ha sido un periodo histórico tratado a fondo por innumerables politólogos, sociólogos, filósofos e historiadores en Europa desde hace varios años. Centrándonos en el caso alemán, incluso se han rodado algunas películas, con cierto éxito en taquilla, como "Good Bye Lenin" en la que se nos muestra de manera irónica y dramática el derrumbe del modelo de estado de la RDA y el paso adelante del libre mercado. Que la RDA no fue un paradigma de libertades es un dato objetivo, reconocido también por pensadores de extrema izquierda como Enzo Traverso o Daniel Bensaid, y que, como todo, tuvo su reflejo en el fútbol también. Pero también es un dato objetivo que en recientes encuestas, por ejemplo del Centro de  Estudios Sociológicos de Berlin-Brandenburgo el pasado junio, el 25% de la población del este alemán hecha de menos los "viejos tiempos comunistas" y otro elevado 60% sopesa que tuvo sus pros y sus contras, pero que, en general, se vívia mejor entonces, entre otras cosas por el pleno empleo, la igualdad de relaciones y oportunidades entre hombres y mujeres, los bajos precios a pagar por la casa, el transporte y la comida, los centros de veraneo de las empresas estatales, la avanzada seguridad social o el rechazo a participar en ninguna guerra. En fin, hay otros sitios en la red para tratar todos estos temas mucho más a fondo que aquí. Lo que si que haremos a continuación, es difundir dos textos sobre el enrevesado papel que realizo la Stasi alemana en favor del Dynamo de Berlin, el equipo de la policía secreta, para beneficiar a este en los campeonatos y, también, para de paso "depurar" a algún jugador despistado, no muy convencido de lo que veía con sus propios ojos. No estando del todo de acuerdo con algunas aseveraciones en ambos, si creo que pueden ser un buen punto de partido para conocer la realidad del fútbol en la Alemania del Este y explicar el porque, 21 años después de la caida del muro de Berlín, el fútbol oriental es infinitamente inferior al occidental.
EL FÚTBOL DE LOS OTROS (Publicado en la revista "Don Balón", en Noviembre del 2009)
Leipzig, 9 de noviembre de 1989. Una veintena de jóvenes se apiñan ante el televisor de la Escuela del Deporte de la República Democrática Alemana. Primero inquietados, luego asombrados y finalmente aliviados y eufóricos, esa noche celebran con cervezas un acontecimiento histórico que sorprende al mundo. El Muro de Berlín, la tapia que eclipsaba el horizonte de 16 millones de ciudadanos germano-orientales, la pared que desgarraba Europa, está desmoronándose. El planeta sostiene la respiración mientras la CNN retransmite en directo el final de la Guerra Fría. Alemanes de un lado y otro lloran de alegría y se abrazan tras 40 años de división.
Aquellos jóvenes congregados ante el televisor en Leipzig eran los futbolistas de la selección de la RDA y tenían un motivo más que el resto del país para festejar. Sí, la dictadura daba sus últimas bocanadas, la democracia se acercaba, la reunificación tal vez era posible… pero, para ellos, la caída del Muro suponía esencialmente la desaparición del insalvable obstáculo que separaba sus carreras de la tentadora y jugosa llamada de la Bundesliga.
Hasta entonces, era impensable que un futbolista del “Estado de los trabajadores y campesinos” -como se definía constitucionalmente la RDA- aceptara la oferta del ‘enemigo occidental‘. Al igual que ocurría con el resto de la población de Alemania del Este, el Muro cercenaba las posibilidades vitales y profesionales de los deportistas: en el fútbol, les condenaba a vegetar en la gris Oberliga, una competición con equipos de pueblo y rimbombantes nombres obreros que solía ganar el Dynamo de Berlin. No en vano se trataba el club de la ‘Stasi‘, la temida policía política, y el Ejército: no hace falta mucha imaginación para intuir el lugar que la imparcialidad arbitral ocupaba en tales circunstancias.
Erich Mielke, un anciano funcionario comunista, era el jefe de la lúgubre ‘Stasi’. Lamentablemente también era aficionado al fútbol. Mielke combinó ambas características al ejercer como presidente del Dynamo durante 36 años. La crueldad que exhibía en su puesto de trabajo como cabecilla de una institución que espiaba a uno de cada tres habitantes de la RDA le acompañaba luego al estadio: obligaba a los mejores jugadores del país a fichar por su equipo y se encargaba de infiltrar en cada club a algún agente de la Stasi. Su misión: evitar que algunos futbolistas aprovecharan las competiciones internacionales para huir del “paraíso socialista”. Como Lutz Eigendorf.
 Con sólo 14 años, el prometedor Eigendorf fichó por el Dynamo. Bajo su camiseta granate iría madurando un portentoso centrocampista defensivo con llegada a puerta, pero también un joven con una aversión creciente hacia el sistema comunista. Tras debutar con la selección nacional y consolidarse en su club, devino en una especie de Beckenbauer del Este. Apuesto, con clase y miembro del equipo del régimen, muy a su pesar se convirtió en la joya de la corona de Mielke. Ésa sería su perdición.
Eigendorf no fue ni el primero ni el último en huir al Oeste. Algunos deportistas le precedieron y muchos más le seguirían después. Pero, al viejo Mielke, ninguna defección le dolió tanto. En 1979 Eigendorf aprovechó un partido amistoso en la RFA para quitarse de una vez por todas la equipación del Dynamo y pedir asilo. La RDA protestó y la UEFA sancionó por una temporada al disidente centrocampista. Pero para Mielke no era suficiente. Una noche, cuatro años después de su huída, Eigendorf se estrelló con su Alfa Romeo y falleció. La oscura mano de la Stasi, como se demostraría posteriormente, estaba detrás de aquel ‘accidente’.
Sólo un lustro más tarde, los compañeros de Lutz -algunos, de su misma edad- contemplarían el derrumbe del Muro. Y acto seguido experimentaron su conversión al profesionalismo capitalista sin tener que jugarse la vida. Una tras otra, las principales figuras de aquella selección saltaron al Oeste: Matthias Sammer, Ulf Kirsten, Thomas Doll, o Andreas Thom cambiaron la esclerotizada Oberliga por una Bundesliga que, a comienzos de los 90, brillaba a nivel mundial. A cambio, los equipos orientales comenzaron a fichar medianías de la RFA a precio de oro. “Se van las figuras, llegan los fracasados”, se escuchaba a modo de letanía en los vetustos estadios germano-orientales. Dos décadas después hay que escarbar en las categorías más bajas del fútbol alemán para toparse con alguna de las escuadras (Dynamo Berlín, Dynamo Dresden, Lokomotiv Leipzig, Magdeburgo) que marcaron el balompié de la RDA.
Pero, en la noche del 9 de noviembre de 1989, la Bundesliga aún estaba muy lejos de la Escuela del Deporte de Leipzig. La selección se concentraba allí para preparar un decisivo partido contra Austria: con un empate en Viena, la RDA participaría por segunda vez en su historia en un Mundial. “Tras aquella noche, los jugadores no estaban a lo que había que estar”, lamenta ahora Eduard Geyer. Como seleccionador nacional, Geyer estuvo a punto de conducir al combinado oriental hasta Italia’90, que se celebraría sólo cuatro meses antes de la reunificación alemana: “Hubiera supuesto un broche de oro para nuestro fútbol, pero no pudo ser”. Anton Polster, entonces ariete del Sevilla, deshizo con un hat-trick las aspiraciones de un grupo que ya se encontraba en plena desbandada mental. “La caída del Muro ocurrió demasiado pronto, mejor si hubiera pasado tras el partido”, ironiza Geyer. Puede sonar ingeniosa pero la broma, en boca de Geyer, adquiere ribetes macabros: en 1989 llevaba 18 años espiando futbolistas para la Stasi bajo el nombre de agente ‘Jahn’.
EL EQUIPO DE LA STASI (Publicado en AS, el 10/11/2009)
En 1954 varios jugadores del exitoso Dínamo de Dresden, con Helmut Petzold a la cabeza, son llamados a filas por la Stasi, la policía secreta alemana. Su misión, alistarse en el descendido Dínamo de Berlín y devolverlo a la DDR-Oberliga. Lo hacen, ganan tres ligas y la Copa, pero los planes de Erich Mielke, director de la Stasi, son otros. Reorganiza el fútbol de la RDA bajo el manto del Ministerio de Deportes tejiendo una compleja red de espías en la que integra a 91.000 empleados y casi 300.000 informantes.
"Debemos seguir el comportamiento de los deportistas para saber quién está con nosotros y quién no. Hay que evitar que se enrolen con el enemigo", advierte El General. En la lista de espías se incluyen jugadores del Dínamo, que establece una dictadura deportiva en la manipulada DDR-Oberliga ganando 10 Ligas seguidas en la década 1979-88. Cualquier jugador que destacaba en otro equipo era alistado en el club. Años después, al desclasificarse los papeles de la Stasi, aparecieron en la lista de espías árbitros como Adolf Prokop (Gustav), Rudi Glöckner (Hans Meyer) o Bernd Stumpf (Peter Richter) y tres entrenadores de la RDA: Eduard Geyer (Jahn), Bernd Stange (Kurt Wegener) y Georg Buschner.
El discurso de Mielke resuena tras el accidente del defensa Lutz Eigendorf, 'el Beckenbauer del Este', cuyo coche apareció empotrado contra un árbol después de que se filtrase la noticia de que se iba a fugar para enrolarse en el Kaiserslautern. Era un republikflüchtlinge, palabra que constaba en los informes de los sospechosos de fuga. Matthias Müller, Peter Kotte y Gerd Weber, jugadores del Dínamo, fueron detenidos en el aeropuerto de Berlín-Schönefeld el 23 de enero de 1981 antes de viajar a Argentina para participar en un torneo. Los tres jugadores tenían ofertas del Colonia. Los delataron sus compañeros. El Dínamo cambió su nombre tras la unificación por el de FC Berlín buscando borrar la huella de la Stasi, pero recuperó el de Dínamo años después. Hoy se arrastra por la ligas regionales del sur.
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"El club de la Stasi -la policía secreta- era el Dynamo; todos los que estaban contra el régimen comunista se sumaban a su rival, que era el Union, por eso entre los fans se formaba una rara mezcla de prodemocráticos, hippies, punks y creo que los primeros neonazis que vi en el este de Alemania, todos en el mismo club, en las mismas gradas", dice Andreas, que sigue a Union desde su infancia.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Hallo.
Ich mochte mit Ihrer Website labandaizquierda.blogspot.com Links tauschen