lunes, 12 de julio de 2010

Aquellos viejos...y sus locos inventos

 Desde pequeños, siempre hemos tenido ocasión de echarnos unas pachangas al fútbol sin necesidad de sudar más allá de lo estrictamente necesario. Teníamos tres posibilidades para hacerlo y en tres escenarios diferentes:
-Chapas: Cojonudos aquellos fines de semana y aquellas tardes estivales donde te juntabas con todos los amiguetes del barrio en algún descampado cerca de casa para jugar, bien a ciclismo, bien a fútbol. Normalmente al último, te currabas unas equipaciones de puta madre con los colores de tu equipo, bordeando con boligrafo una chapa de cerveza cualquiera 17 o 18 veces sobre un folio en blanco, que luego recortabas cuidadosamente y pasabas a colorear, con mucho mimo los pesos pesados del vestuario y, sobre todo, los últimos fichajes que iba haciendo el equipo. Unas porterias con las cajas grandes de tornillos de las ferreterias o con una caja de zapatos recortada o con cualquier historia que delimitara la porteria, tres o cuatro garbanzos a modo de balones, 17 o 18 chapas de cerveza o refrescos y un par de tapones de las botellas de coca-cola de 2 litros para tener ahí a los porteros resguardando el marco. Obviamente el rey de los juegos futboleros en la calle...con permiso del propio fútbol. Lo mejor la socialización, pues estabas con medio barrio jugando a lo mismo, lo chungo de pelotas, el calor que normalmente hacía, sin ninguna sombra ni remotamente cerca que hacía que, en ocasiones, las pasaras un poco canutas.

-Futbolines: Más para la tasca y el bar. Al comienzo con tu viejo, que te enseñó el juego por encima y luego te ibas "independizando" poco a poco y jugando con algún familiar de tu edad, algún colega del colegio o la peña del barrio. Como ventaja clara tenía que podías hacerlo con tus primeras cervezas en el bar -de estrangis, claro- o con algún refresco cuando eras más chinorri. Que tenías la tele de fondo y te podias distraer si el partido era un poco aburrido y que, si apretaba mucho el lorenzo, estabas ahí de puta madre y no con los 40º que hacía fuera del garito. Como incoveniente, aquellas 25 pesetas que echabas y que, a no ser que fueras un poco espabilado e hicieras algún truco -que los había- no los volvias a ver en tu puta vida. Con el tiempo, lo que recuerdas con más cariño es como tenías "tuneados" 10 o 12 futbolines cerca de casa para transformar uno de los dos equipos en el tuyo con un simple rotulador.

-Subbuteo: Quizás el menos practicado de las modalidades, porque se hacía en casa, y habitualmente era para jugar tu sólo o con tus hermanos. Las figuras estaban hechas de puta madre, y te flipabas cuando estabas sólo haciendo comentarios de las jugadas como si fueras un periolisto, o recreando el ambiente del estadio haciendo ruidos -un tanto ridiculos cuando los recuerdas de mayor, eso sí- y demás. La ventaja más clara es que estabas en tu puta casa y podías jugar cuando te saliera del mingo. El incoveniente más chungo es que, a la larga, te acababas aburriendo. Claro que, de haber tenido el estadio que se ha currado el griego de las fotos, lo mismo la historía no hubiera sido tan aburrida...
¿DEL FIFA O DEL PRO? FUCK YOU

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