Columna de opinión de Manuel Millera para "Noticias de Navarra", 14/6/10. Vaya por delante que me gusta. El fútbol quiero decir, no el capitalismo. El haber sido un nefasto practicante no quita para haber disfrutado mucho con este juego, no tanto como espectador. Desde los años en que varios partidos se entrecruzaban en el patio del colegio con cien niños dando patadas a unas bolas fabricadas cada día con los envoltorios de los bocadillos, la cosa ha cambiado lo suyo. El fútbol es hoy el panem et circenses del circo romano, un espectáculo grandioso derivado en cortina de humo, válvula de escape de frustraciones populares. Tal es así que entiendo podría hablarse tanto de la politización del fútbol como de la futbolización de la política. Si nuestro presidente de Gobierno elige el día que debuta la selección para aprobar el antisocial decreto será un feo detalle. El gol como consagración de una liturgia deportiva, una catarsis colectiva de la masa necesitada de alguna victoria que celebrar. Por ello resultan tan groseros en tiempos de crisis su mundial comercialización, la entrega de 100 millones de pesetas a cada jugador x 22 = 2.200 millones (más seleccionador, equipo técnico, viajes, equipajes, etcétera), la exaltación de un burdo patrioterismo y su latente dimensión religiosa (el jugador que marque el gol de la victoria será un dios; el que lo falle, un demonio). Según Eduardo Galeano, el fútbol es la única religión que no tiene ateos. Sudáfrica es ahora lugar de peregrinaje, y sus estadios santuarios sagrados, habiendo gastado más de 6.000 millones de dólares, el país se ha barnizado para ofrecer su nueva imagen no racista. El apartheid recibió tarjeta roja en 1994, pero ¿ha salido del terreno de juego? Según la ONU, este país es una de las diez naciones del mundo con mayor desigualdad interna. El 20% de las familias más ricas concentran el 62% de los ingresos a nivel nacional, mientras que el 40% más pobre de la población total apenas araña el 10%. La sombra de Soweto sobrevuela el carnaval del forofismo. Mientras los aficionados hacen quinielas sobre el ganador o el máximo goleador, 216 millones de niños para los que la educación y el juego son un lujo, deben trabajar para sobrevivir y cuatro de cada diez sudafricanos sobreviven con menos de dos dólares diarios.
Cualquier país que desee organizar un mundial debe ponerse a las órdenes de la FIFA, cediéndole todos los derechos. La ONG Ayuda Obrera Suiza sacó tarjeta amarilla a este organismo (con sede en Zurich) por tres motivos: explotación laboral a los que construyeron los estadios a contrarreloj, no respeto a los Derechos Humanos (peligro de explotación sexual a niños por los 3 millones de espectadores, explotación infantil en la fabricación de conocidas marcas deportivas) y no respeto a la libertad de prensa. Para recibir acreditación, la actividad periodística "no deberá atacar la reputación de la FIFA". El inspector dijo que millones de personas "no desearían ver chabolas y pobreza por televisión". Los obreros han cobrado unos 460 dólares mensuales, todavía lejos de los 700 que los sindicatos consideran como salario mínimo. ¿Para que servirán después los flamantes estadios?
La última copa del mundo en Alemania generó 700 millones de dólares. Ahora esperan llegar a los mil. Pero no serán para las clases bajas del país, sino para los ricos dirigentes futboleros. El procedimiento es similar al del salvamento de los bancos. Primero damos (el Estado) el dinero para construir las infraestructuras. Luego, los beneficios serán privados, y el Estado, que ha vaciado sus arcas, deberá volver a rellenarlas con los paganos de siempre. Durante un mes entero el mundo y nuestras cabezas tienen forma de balón. El mar blanco y los continentes negros. Del 11 de junio al 11 de julio habrá 11 tipos en calzoncillos contra 11, en once estadios en el sur del continente negro. Pero todas las grandes obras tienen basura debajo de la alfombra. El dinero para construir las grandes infraestructuras para el evento se ha retirado de urgentes necesidades públicas como agua potable, vivienda, sanidad o educación. Miles de pobres sin techo han sido desplazados para efectuar dicha construcción por el hecho de vivir cerca de los estadios o donde no era correcto que fuesen vistos. ¿Cantarán ellos los goles de su equipo? Sudáfrica es hoy el segundo país del mundo con más protestas por habitante, si hay algún resquicio en las transmisiones, quizá podamos verlo incluso en directo. Incluso a Madiba, aún siendo un gran líder, le imponen sus limitaciones. El fútbol es también una vía corriente para el lavado de dinero. Ahí es nada, 38 millones de jugadores federados, más otros tantos ilegales que lo convierten en el mayor deporte del mundo. El capitalismo ha convertido lo que era el partido con los amigos para luego tomar una cerveza, en una mercancía más que genere suculentísimos beneficios.
Jugamos a diario un partido entre un equipo de miles de jugadores populares que se enfrenta a otro de selectos, donde ni el árbitro ni el campo son neutrales y los espectadores aceptan sus decisiones por miedo. Les animo a no perderlo. Y como estos días todos somos seleccionadores, permítanme lanzar una de las alineaciones que presenta el equipo contrario. Un equipo galáctico que no podría pagar ni el mismísimo ser superior. De portero 1. Ratzinger, guardameta de los supremos valores. Como defensores a ultranza de las ideas dominantes 2. Pinochet. 3. G. Bush padre (ex director de la CIA y EEUU). 5. Jaap G. Scheffer (ex secretario general de la OTAN). En el centro, los medios que distribuyen el juego. 4. Hollywood. 6. J.L.Cebrián (Prisa-Sogecable). 8. J.W. Rockefeller III. 10. Moody´s (calificadora de riesgo). Y para garantizar goles y resultados, con el 7. Berlusconi; 9. Goldman Sachs; y 11. la reina Sofía. El Bilderberg, CF, un auténtico equipazo.
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