El pasado jueves Dubai encendió el pánico en las bolsas mundiales. La moratoria de seis meses solicitada por el fondo Dubai World a sus acreedores provocó un desplome en las bolsas de todo el mundo. Pasado el fin de semana, el anuncio de apoyo financiero a Dubai por parte de los demás Emiratos Arabes y del Banco central de los Emiratos calmaron los temores y devolvieron cierta tranquilidad a los mercados financieros... Pero en el norte de Londres no respiran tranquilos. El Arsenal, de hecho, tiembla ante esta crisis.
Hace cinco años el club gunner firmó un acuerdo de patrocinio con Fly Emirates (la línea aérea principal de Dubai y perteneciente al consorcio Dubai World) según el cual ésta daría nombre al nuevo estadio del club hasta el año 2021 a cambio de 110 millones de euros. Aparte de ello, la propia Fly Emirates se anuncia en las camisetas del Arsenal con un contrato de 18 millones anuales hasta 2015. Si, como se empieza a especular, el consorcio árabe reduce drásticamente gastos para evitar un colapso financiero que le lleve a la quiebra, se da por hecho que los contratos con el Arsenal serán los primeros en saltar por los aires.
Dubai World arrastra una deuda acumulada superior a los 50.000 millones de euros y una de las condiciones que habría impuesto el Banco central de los Emiratos para auxiliar al consorcio es la de recortar gastos superfluos y de patrocinio en el extranjero. De llegarse a esta situación, los cerca de 25 millones anuales que ingresa el Arsenal por el patrocinio de la camiseta y el nombre del estadio desaparecerían de un plumazo... Y se aventura difícil que el club encontrase empresas dispuestas a desembolsar tal cantidad de dinero. Más aún, en la situación de crisis actual.
Stan Kroenke, llamado según todos los indicios a convertirse en el próximo hombre fuerte del Arsenal, ya insinuó hace algunas semanas a través de diversos colaboradores que los cerca de mil millones de deuda que soporta el club tras embarcarse en la construcción del nuevo estadio debe reducirse en tres cuartas partes en un plazo no superior a los cuatro años y en el plan de choque que prepararían los financieros del norteamericano no se preveía este golpe en el ámbito del patrocinio... Con lo cual, en el peor de los casos, a Arsène Wenger no le quedará más remedio que, a pesar de todo, vender a sus mejores activos.
¿Qué significa ello? Simplemente que después de ingresar casi 48 millones de euros con los traspasos de Adebayor y Kolo Touré al Manchester City el pasado verano, en un futuro próximo podría verse obligado a poner en el mercado a los cracks que mantiene en la plantilla. Cesc, Arshavin, Rosicky, Nasri o Van Persie, o varios de ellos o, incluso todos, podrían convertirse sin pretenderlo en el salvavidas económico de un Arsenal que transformaría su filosofía de apostar por los jóvenes en su única salida, traspasando a sus cracks y empezando de cero un nuevo proyecto. Nada nuevo para Wenger pero, desde luego, doloroso en el momento actual del equipo.
Dubai tiene la palabra. Y, mientras espera, el Arsenal tiembla. Su futuro va en ello.
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