Servidor estuvo en el primer partido que mi equipo disputó en Anoeta en 1993 (y posteriormente más veces, claro), pero siempre me quede con las ganas (por aquello de la edad) de haber visto a los mios pelear sobre el cesped del mítico Atotxa. Muchas historias he oido y leido sobre el viejo campo txuri-urdin, pero todas ellas seguro que quedan lejos de lo que se pudo respirar durante muchos años en Donostia. Especialmente en aquellos mágicos años ´80, donde no sólo ganaban ligas los Real Madrid y Barcelona. Recupero para el blog una historia escrita por la web "diarios de fútbol" y publicado en el 2006, sobre un campo de esos que ya pocos, pocos, pocos (por no decir ninguno) quedan. Bienvenidos a una historia de barro, lluvia, heroicidad, penas, alegrías y jugadores que merecían tal calificativo. Bienvenidos a una historia de FÚTBOL.
Hubo un tiempo en el que en San Sebastián se sentía el fútbol de otra manera. Un tiempo en el que los aficionados de la Real Sociedad disfrutaban de las evoluciones de su equipo apenas a un par de metros de donde todo ocurría, de donde se fraguaron gestas hoy lejanísimas, del césped del viejo estadio de Atotxa.
Lo primero que llamaba la atención en el viejo campo donostiarra era la cercanía extrema del público sobre el terreno de juego. La distancia entre el pequeño graderío y la línea de banda apenas dejaba espacio para que los jugadores suplentes hicieran sus ejercicios de calentamiento. Ni que decir tiene de la labor de los asistentes (entonces aún jueces de línea) o de los entrenadores, para los que eso del “área técnica” era aún una utopía. Ubicado a unos pocos minutos de la zona más céntrica y elitista de San Sebastián, pero separado de ésta por el río Urumea, Atotxa tenía esa típica imagen de estadio británico, con el público agolpado en pie en los fondos y las tejabanas que cubrían el graderío sujetas por columnas. Pero si algo caracterizaba a Atotxa, y lo que le hacía una plaza verdaderamente temible para los rivales de la Real, eran sus inmejorables condiciones para convertirse en una olla a presión.
Muy probablemente, la imagen que muchos tenemos asociado en nuestra memoria a Atotxa sea la de un campo embarrado, con esa fina lluvia impregnándolo todo y la afición cerca, muy cerca de los jugadores. Tanto era así, que los txuri-urdin conseguían sacar muchos partidos adelante en su casa gracias al empuje que proporcionaba el público, algo absolutamente impensable hoy en día en el nuevo y modernísimo Anoeta.
Porque la Real pasó del todo a la nada. Pasó de contar con un punto extra merced a la fisonomía de su estadio, a verse desamparada en ese césped de Anoeta, tan frío, tan lejano de su público. Y la frialdad del nuevo Anoeta se trasladó al equipo. La afición ya no estaba ahí (al menos no de una manera tan evidente) cuando se la necesitaba. El calor humano de Atotxa se había disipado.
Atotxa fue la casa de los donostiarras durante 80 años. Fue en 1913, cuando tras haber jugado sus primeros años de existencia en el barrio de El Antiguo (en la zona oeste de la ciudad), el equipo guipuzcoano se trasladó al estadio de Atotxa, siendo inaugurado el nuevo terreno de juego con un partido frente al Athletic de Bilbao, enemigo histórico número uno de la Real.
Asociar Atotxa a las dos Ligas ganadas por la Real Sociedad es inevitable. La imagen de los Arkonada, Larrañaga, Uralde, Górriz, Jesús Mari Zamora… celebrando el título sobre el césped de Atotxa tras derrotar al Athletic en el último partido de Liga (de su segunda Liga ganada, temporada 1981/82) son inolvidables, no sólo para los aficionados realistas sino para todos los que amamos el fútbol. No puedo llegar a imaginarme una escena similar en Anoeta, por más que lo intente. Es más, casi me atrevo a asegurar que de haber jugado aún en Atotxa, no se les habría escapado la Liga a los donostiarras hace tres temporadas.
En 1993, la Real decidió que Atotxa se había quedado pequeño. Entre la cada vez mayor afluencia de público y la necesidad de adecuar el estadio a la normativa de seguridad impuesta por la UEFA (motivo por el que muchos equipos tuvieron que abandonar sus viejos estadios), la Real se mudó hasta Anoeta, un campo muy moderno y con todo lujo de comodidades, pero en el que el fútbol parece un convidado de piedra y no el principal protagonista del recinto.
Cuánto se echan de menos aquellos goles salvadores de Loinaz en el viejo Atotxa.
NOTA: El video corresponde al último partido oficial de liga del estadio.
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