lunes, 2 de febrero de 2009
Cuando ruge "El Sadar"
- "Señor, ¿Qué es ese aparato?"
- "Sirve para medir el ruido que hace el público durante el partido".
- "Pues hoy seguro que se rompe".
Así de convencido se mostraba ayer Julen Martiricorena, joven osasunista de 10 años, del poderío de la hinchada rojilla. Y aunque fue un poco excesivo en su predicción, lo cierto es que el ambiente en el Reyno de Navarra fue el de las grandes ocasiones. Con 19.031 aficionados en las gradas, la mejor entrada en lo que va de temporada, el estadio rojillo fue una olla a presión durante buena parte del partido con el Mallorca. El ejemplo es que un periodista de Diario de Navarra midió ayer con un sonómetro los decibelios que sonaron sobre el césped. Y hubo sorpresas, como que la celebración del gol de Pandiani elevara el aparato a los 106,7 decibelios (db), casi los mismos que se producen al oír despegar a un avión desde cerca.
Lo primero que captó el sonómetro para este reportaje fue la bolsada contra el estamento arbitral, una iniciativa promovida por un medio local y sectores de la afición para mostrar el descontento con los árbitros. Así, la salida de González Vázquez al campo hizo subir el sonómetro a los 101,1 dB, ruido similar al de una discoteca.
En Graderío Sur se grita más
Con Graderío Sur como punto de referencia en la primera parte, el medidor de sonido pronto dio su punto álgido: fue con el primer gol del partido y expresó el summum de la alegría rojilla. Pero no fue el único. Acciones como el Riau Riau (101 dB), los cánticos cuando sacaba de portería Aouate (101,3 dB), la amarilla a Aduritz (95,1 dB), el primer disparo del Mallorca (85,1 dB) o la bronca a Pérez Burrull (95,9 dB) dejaron un ligero pitido en el oído de todos los que se encontraban sobre el césped. En total, en esa primera parte el sonómetro apenas bajó de 85 decibelios, un ruido considerado muy molesto.
En la segunda parte, periodista y sonómetro se trasladaron al pie de la Grada Norte. Allí el aparato bajó intensidad (entre 75 y 80 dB) salvo en las jugadas polémicas: la expulsión de David Navarro (98,7 dB), el cambio de Webó (102 dB), la expulsión de Aouate (101,7) o el debut de Hildalgo con Osasuna (94,3 dB) hicieron subir los decibelios.
Con todo, ni el pitido final y sus 103,7 dB consiguieron igualar el récord en un partido de fútbol: los 110 decibelios con los que rugió el Camp Nou en el 2000 para recibir al entonces madridista Luis Figo. Fue como la Mascletá de fallas oída desde la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. Pero quien sabe, quizá la afición rojilla lo supere esta semana contra el Valencia.
Publicado en "El diario de Navarra", 2/2/2009
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Prueba
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