Anfield es algo más que un estadio de fútbol y la grada sur mucho más que un fondo desde el que ver jugar al Liverpool. Oficialmente, The Spion Kop o, simplemente, The Kop para la historia de la ciudad en particular y del fútbol en general, el gol donde no entró una mujer en casi cien años, representa los valores de un equipo singular y diferente como ninguno. The Kop representa una manera de entender el fútbol tanto para quienes crecieron allí como aficionados como para los futbolistas que conocieron los años de gloria de un lugar con capacidad para 20.000 espectadores de pie y en el que llegaron a entrar 37.000. Tras la remodelación de 1996, el aforo se redujo a 12.390, lo que significa que por cada asiento de ahora antes había tres hinchas. Aun así, ni ha perdido carisma ni capacidad para intimidar a los rivales y emocionar a los jugadores locales. "Se me siguen poniendo los pelos de punta cada vez que escucho el You'll never walk alone", reconoce Luis Garcia, nacido en Badalona y criado en el Barça.
The Kop sigue siendo especial pese a lo acontecido en 1987, cuando unos obreros que trabajaban reforzando las columnas descubrieron un agujero de unos seis metros bajo los cimientos que resultó ser una cloaca victoriana construida en 1860 que causó un derrumbamiento en el suelo, obligó a jugar los tres primeros partidos de la temporada lejos y, además, sentenció a muerte a la vieja grada, demolida ocho años mas tarde. Fue Ernest Edwards, editor del Liverpool Echo, el periódico local, quien bautizó la grada en 1906, cuando se interesó por las obras de su edificación y quedó tan impresionado por la perspectiva del lugar que le recordó la ladera de un monte, la colina Spion, de Suráfrica, escenario en enero de 1900 de una sangrienta batalla entre las tropas del batallón de fusileros de Lancashire y los Boers. El batallón fue aniquilado; 3.000 valientes de Liverpool nunca volvieron a Merseyside. Colina, en el idioma afrikaaner, es Kop y en su honor, en el honor de los miles de hijos de Liverpool que tiñieron de sangre roja y scouser aquella colina, Edwards llamó a esa grada The Spion Kop.
John Aldridge disfrutó de The Kop antes como aficionado que como futbolista. "Tenía 13 años cuando fui por vez primera a la grada, a la sección de los jóvenes. Llevaba el pelo muy largo. Tras de mí había un tipo enorme, de los trabajadores del puerto, y cada vez que The Kop ondeaba, cosa que sucedía al final de cada jugada, se me apretaba y al echarse atrás me decía: 'Perdona, muñeca'. Al día siguiente me corté el pelo y nunca volví a dejármelo crecer". Yo nunca llevaba una libra, ni reloj, ni las llaves de casa. Antes de entrar, me gastaba el último penique en la última pinta", recuerda Peter Sheldon, pintor con residencia en Londres; "si te desmayabas, cosa bastante probable dada la aglomeración, te sacaban en volandas por encima de las cabezas de la gente. Cuando llegabas abajo, no tenías nada en los bolsillos. Era la ley: el que se desmayaba pagaba una ronda. A menudo, volvía a casa sin dinero, ni reloj ni nada".
Otra costumbre era orinar allí mismo: "No podías ir al lavabo, no podías ni moverte: enrollabas un periódico y listo. ¿Por qué cree que no entraban chicas?", recuerda Tony Barrett, periodista y escritor, que asegura que la primera vez que pisó The Kop no vio el partido: "Estaba tan fascinado que sólo podía mirar a mi alrededor". El mejor encuentro que vio allí le costó caro: "Fue en 1987, contra el Everton, y ganamos por 3-1. Me aplastaron contra la valla en uno de los goles y me rompí tres costillas, pero valió la pena por ver a Bearsdsley, Rush y Barnes juntos".
"Era una caldera humeante que rugía, se movía ondulante y cantaba siempre. Lo que allí sucedía se contagiaba al equipo. Cuando iba con el Ipswich, no podía dejar de mirarla. Era fascinante. ¡Nunca les ganamos!", recuerda Bobby Robson. También para los rivales era algo especial. Lo sintió Ian Rush, el hombre que más goles ha marcado en la historia del Liverpool. "Jugando con el Juventus, marqué dos goles en Anfield y The Kop empezó a gritar: "¡Que lo fichen, que lo fichen!". Allí, en el campo, con la camiseta de las vecchia signora, Rush tuvo claro una cosa: "Mi único deseo fue volver al Liverpool, volver a casa"?. The Kop es una maquina de inventar canciones y uno de los himnos más escuchados es Poor scouser Tommy, que recuerda a un soldado moribundo que, acribillado por los nazis, decía que él vivía en The Kop cantando: "Rush marcó uno, Rush marcó dos, Rush marcó tres... Rush marcó el cuarto".
Para muchos urchins, para los seguidores de los reds, The Kop marcó sus vidas. A muchos futbolistas, también. Por ejemplo, a Gordon West, ex portero del Everton: "La primera vez que jugué en Anfield tenía 19 años, estaba acojonado y me llamaron de todo. La segunda dije: 'Me haré el gracioso'. Les enseñé un poco el culo y les lancé besitos. Al derby siguiente, saltó un tipo al campo y me dio un bolso con una inscripción: Dulce West. Todavía hoy, cuando entro en los bares de Liverpool, alguien me grita: 'Gordon, ¿dónde está tu bolso? ¡Y he jugado para Inglaterra! Aquel tipo de The Kop me arruinó la vida!".
"Sobre nosotros, el cielo", se lee en una pancarta de The Kop en alusión a los 30 años que se pasaron los tipos más rudos de Liverpool soportando la lluvia hasta que se cubrió la grada. En ningún otro sitio se rezan tantos Padrenuestro porque ninguna grada tiene tantos muertos que honrar. "La fuerza de la grada es tan brutal que a veces pensé que aspiraban el balón", afirmó el mítico Phil Neal, jugador de los 80.
Kenny Dalglish, ex entrenador y elegido como el mejor jugador de The Kop, siempre tuvo claro que desde aquel fondo de Anfield "se vivían los sueños de la gente que nos veía. Dábamos un esfuerzo extra porque ellos siempre lo daban. Era una relación de respeto y admiración mutua".
The Kop sigue siendo especial pese a lo acontecido en 1987, cuando unos obreros que trabajaban reforzando las columnas descubrieron un agujero de unos seis metros bajo los cimientos que resultó ser una cloaca victoriana construida en 1860 que causó un derrumbamiento en el suelo, obligó a jugar los tres primeros partidos de la temporada lejos y, además, sentenció a muerte a la vieja grada, demolida ocho años mas tarde. Fue Ernest Edwards, editor del Liverpool Echo, el periódico local, quien bautizó la grada en 1906, cuando se interesó por las obras de su edificación y quedó tan impresionado por la perspectiva del lugar que le recordó la ladera de un monte, la colina Spion, de Suráfrica, escenario en enero de 1900 de una sangrienta batalla entre las tropas del batallón de fusileros de Lancashire y los Boers. El batallón fue aniquilado; 3.000 valientes de Liverpool nunca volvieron a Merseyside. Colina, en el idioma afrikaaner, es Kop y en su honor, en el honor de los miles de hijos de Liverpool que tiñieron de sangre roja y scouser aquella colina, Edwards llamó a esa grada The Spion Kop.
John Aldridge disfrutó de The Kop antes como aficionado que como futbolista. "Tenía 13 años cuando fui por vez primera a la grada, a la sección de los jóvenes. Llevaba el pelo muy largo. Tras de mí había un tipo enorme, de los trabajadores del puerto, y cada vez que The Kop ondeaba, cosa que sucedía al final de cada jugada, se me apretaba y al echarse atrás me decía: 'Perdona, muñeca'. Al día siguiente me corté el pelo y nunca volví a dejármelo crecer". Yo nunca llevaba una libra, ni reloj, ni las llaves de casa. Antes de entrar, me gastaba el último penique en la última pinta", recuerda Peter Sheldon, pintor con residencia en Londres; "si te desmayabas, cosa bastante probable dada la aglomeración, te sacaban en volandas por encima de las cabezas de la gente. Cuando llegabas abajo, no tenías nada en los bolsillos. Era la ley: el que se desmayaba pagaba una ronda. A menudo, volvía a casa sin dinero, ni reloj ni nada".
Otra costumbre era orinar allí mismo: "No podías ir al lavabo, no podías ni moverte: enrollabas un periódico y listo. ¿Por qué cree que no entraban chicas?", recuerda Tony Barrett, periodista y escritor, que asegura que la primera vez que pisó The Kop no vio el partido: "Estaba tan fascinado que sólo podía mirar a mi alrededor". El mejor encuentro que vio allí le costó caro: "Fue en 1987, contra el Everton, y ganamos por 3-1. Me aplastaron contra la valla en uno de los goles y me rompí tres costillas, pero valió la pena por ver a Bearsdsley, Rush y Barnes juntos".
"Era una caldera humeante que rugía, se movía ondulante y cantaba siempre. Lo que allí sucedía se contagiaba al equipo. Cuando iba con el Ipswich, no podía dejar de mirarla. Era fascinante. ¡Nunca les ganamos!", recuerda Bobby Robson. También para los rivales era algo especial. Lo sintió Ian Rush, el hombre que más goles ha marcado en la historia del Liverpool. "Jugando con el Juventus, marqué dos goles en Anfield y The Kop empezó a gritar: "¡Que lo fichen, que lo fichen!". Allí, en el campo, con la camiseta de las vecchia signora, Rush tuvo claro una cosa: "Mi único deseo fue volver al Liverpool, volver a casa"?. The Kop es una maquina de inventar canciones y uno de los himnos más escuchados es Poor scouser Tommy, que recuerda a un soldado moribundo que, acribillado por los nazis, decía que él vivía en The Kop cantando: "Rush marcó uno, Rush marcó dos, Rush marcó tres... Rush marcó el cuarto".
Para muchos urchins, para los seguidores de los reds, The Kop marcó sus vidas. A muchos futbolistas, también. Por ejemplo, a Gordon West, ex portero del Everton: "La primera vez que jugué en Anfield tenía 19 años, estaba acojonado y me llamaron de todo. La segunda dije: 'Me haré el gracioso'. Les enseñé un poco el culo y les lancé besitos. Al derby siguiente, saltó un tipo al campo y me dio un bolso con una inscripción: Dulce West. Todavía hoy, cuando entro en los bares de Liverpool, alguien me grita: 'Gordon, ¿dónde está tu bolso? ¡Y he jugado para Inglaterra! Aquel tipo de The Kop me arruinó la vida!".
"Sobre nosotros, el cielo", se lee en una pancarta de The Kop en alusión a los 30 años que se pasaron los tipos más rudos de Liverpool soportando la lluvia hasta que se cubrió la grada. En ningún otro sitio se rezan tantos Padrenuestro porque ninguna grada tiene tantos muertos que honrar. "La fuerza de la grada es tan brutal que a veces pensé que aspiraban el balón", afirmó el mítico Phil Neal, jugador de los 80.
Kenny Dalglish, ex entrenador y elegido como el mejor jugador de The Kop, siempre tuvo claro que desde aquel fondo de Anfield "se vivían los sueños de la gente que nos veía. Dábamos un esfuerzo extra porque ellos siempre lo daban. Era una relación de respeto y admiración mutua".
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