Cada equipo para el que trabajó fue sistemáticamente favorecido por los árbitros. Todos se vieron envueltos en escándalos financieros. En 2006 estalló el ‘Moggigate’, el mayor escándalo de la historia del deporte profesional, y ahora ha sido condenado por forzar a futbolistas a ser representados por él. A sus 71 años, ha controlado el dinero, los clubes, la prensa, los árbitros y los jugadores en Italia. Ésta es la historia de Luciano Moggi, el mayor tramposo de la historia del fútbol.
Durante la campaña 1979-80 fue asesor de la Roma; con el tiempo se demostró que compró al trío arbitral de un partido contra el Ascoli, al menos; de 1980 a 1982 fue director deportivo de la Lazio, y el equipo romano fue descendido a Segunda por un escándalo de apuestas; del 87 al 90 trabajó para el Nápoles, una época de sospechosos arbitrajes favorables al equipo napolitano en Europa. Se habló de que los árbitros iban acompañados de bellas señoritas antes de los partidos, pero no se probó, por lo que la Copa de la UEFA de 1989 o el Scudetto de 1990 con Maradona al mando queda sólo bajo sospecha (curiosamente, Moggi abandonó en Napoli sólo unos días antes de que El Diego diese positivo por cocaína en 1991); cuando sí se probó la compañía de señoritas a los árbitros fue en su periplo 1990-93 en el Torino, un escándalo por el que Moggi fue condenado a cuatro meses de cárcel.
Cuando en 1994 pasó a la Juventus, Luciano Moggi ya controlaba todo el fútbol italiano. El escándalo del ‘Moggigate’, que dio con la ‘Vecchia Signora’ en la Serie B y desprestigió para siempre el Calcio, despejó la X que llevaba al equipo turinés a ganar siete Ligas y una Champions, entre otros trofeos, en la época más brillante de su historia reciente.
Controlarlo todo, trampearlo todo
Moggi controlaba a los árbitros a través de Massimo de Santis, el hombre que decidía el futuro de los colegiados, promocionaba a los que favorecían a la Juve y decidía qué había que pitar y qué no. Él y ocho árbitros cayeron en el ‘Moggigate’.
‘Lucky Luciano’ decidía incluso en el mercado. No sólo a través de GEA, la agencia de jugadores controlada por su hijo Alessandro (ahora también condenado por el escándalo de los jugadores obligados a firmar por su ella), sino por sus contactos en la banca. Una de las socias de GEA era Chiara Geronzi, hija del director de Capitalia, uno de los grandes bancos italianos. Para forzar al equipo romano a ‘ceder’ a Fabio Capello y a Emerson a la Juve en 2004, Moggi hizo que Geronzi presionase a la Roma, que tenía una gran deuda con Capitalia. Don Luciano se vengaba así de Franco Sensi, presidente del club romano, que lo había despedido tras trabajar para él sólo ocho meses.
La prensa no escapó al control de Moggi. El mayor escándalo fue la demostración de que la moviola del programa televisivo ‘Il Processo di Biscardi’ estaba amañada. Así, por mediación del directivo, se daban como dudosas o errores humanos comprensibles las jugadas que se pitaban a favor del equipo ‘bianconero’. Fabio Baldas, ex árbitro que salía en ese programa, fue el hombre a través del que presionó a periodistas de todo el país.
El dopaje también se asocia a la gestión de negro personaje, aunque nunca fue condenado por ello. El Nápoles y la Juve vivieron sendos escándalos de este tipo cuando él movía los hilos de ambas sociedades.
Incluso la ‘Nazionale’ parecía controlada por él. GEA gestionaba la carrera de casi 200 jugadores del Calcio. El hecho de que el hijo de Marcelo Lippi, Cesare, trabajase en la agencia cuando el técnico era seleccionador nacional hizo sospechar que las designaciones del equipo nacional también partían de la mano de Moggi. No se pudo probar.
Un personaje nefasto
El próximo 10 de julio Luciano Moggi cumplirá 72 años. Posiblemente nunca llegue a pisar la cárcel, aunque su nombre quedará para siempre ligado a lo más chusco, mafioso y negro del deporte.
Es posible que en los próximos tiempos surjan más escándalos rodeando a ese señor calvo y huraño cuyo móvil registraba más de 100.000 movimientos al año. Serán nuevos episodios de la ignominia de un delincuente sin aparente techo. Todavía hoy sorprende lo podrido que puede llegar a estar el deporte con personajes de la talla moral de Luciano Moggi.
Publicado en MARCA, 9/1/2009
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