miércoles, 13 de febrero de 2013

Irvine Welsh, una historia de la working class futbolera (cuarta parte)


En los años 90 los media se han ido dado cuenta de que, como repitieron durante 20 años los mismos seguidores (y también algún sociólogo, justo es reconocerlo), ciertos artículos sensacionalistas periodísticos podían instigar un aumento de la violencia. Después de Hillsborough, donde la terrible muerte de seguidores del Liverpool fue vergonzosamente atribuida por parte de las autoridades y de los medias a los propios seguidores más que a los controles ineptos y desastrosos, como parte de la tentativa sistemática de limpiar el fútbol, los media decidieron bajar sensiblemente el tono de sus publicaciones. Como se sugiere en el libro, esta estrategia resultó eficaz para aumentar las dosis de violencia en el fútbol británico en los años setenta y ochenta. Hoy si en un estadio se produce cualquier pelea, podremos estar seguro de que no la veremos por televisión. Todo lo que pasan ahora son imágenes de niños con la cara pintada (ahhh!) o chicas guapas (sexy football). Si es verdad que West Ham, Chelsea y Millwall han pillado más fuerza teniendo en cuenta la dificultad de controlar el orden público en una ciudad como Londres, debido a sus grandes dimensiones, pero el aumento de fuerza policial para controlarlos a contado con el aplauso de los media de Londres. En Escocia en los años ochenta las crews de Hibs y Aberdeen ganaron muchísima credibilidad de esta manera; el hecho es que la prensa local de Glasgow, en vista de la nominación de la ciudad como capital europea de la cultura en 1990, eran todos rápidos a la hora de pregonar una Glasgow sanísima, a costa naturalmente de las ciudades de la Costa Este. Así que los únicos que podían causar problemas eran los chicos malos de la costa Este. Para ellos, los seguidores del Rangers y del Celtic se habían transformado en publicitarios o clientes del campo de Golf de Newton Mearns, gente que no había cantado una canción sectaria en su vida.

Como viene ilustado en Hoolifan y Naughty Nineties, los seguidores del fútbol siempre han querido darse publicidad, mostrándose siempre entusiastas de que los media divulgaran sus historias. Muchos de aquellos convencidos de la violencia en el fútbol no perdieron ocasión para divertirse y jugar a la pantomima delante de los media. Un teatral saludo nazi a lo John Cleese delante de las cámaras de televisión, un poco de teatro a lo Dot cotton, hablar sobre células clandestinas y espiaje en general; eso hacía vender mucho y reforzaba el mito. Siempre fue muy divertido sentarse relajadamente a leer la prensa dominical y ver cuantos sucesos extrafutbolísticos reseñaban en el periódico. La implicación sarcástica de un capítulo de este libro es que la Universidad de Leicester debería pensarse seriamente el conferir un diploma honorario a los media en su estudio de algunos seguidores. Será también una coincidencia pero casi todos los más estúpidos estudios académicos sobre hooliganismo vinieron fuera de la propia Universidad de Leicester. Quizás el departamento de busqueda de cualquier otra universidad podría financiar un estudio para comprender como nunca quien vive en Leicester resultó particularmente predispuesto a creer mitos sin sentido sobre las mobs del fútbol.
Ciertos mitos dados como reales en los media se volvieron como un boomerang para la football culture. Muchos nombres de gangs como Headhunters, Bushwackers, Capital City Service, Blades Business Crew...probablemente no existieron antes de que cualquiera se los inventase en un pub a costa de un periodista, y con toda probabilidad se convirtieron en uso común sólo después de haber sido utilizado por las diversas crews (solamente con una fuerte dosis de ironia) en virtud de algún artículo en la prensa.

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