viernes, 27 de febrero de 2009

El estadio

¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacio que un estadio vacio. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie.
En Wembley suena todavía el griterio del Mundial del 66, que ganó Inglaterra, pero aguzando el oído puede usted escuchar gemidos que vienen del 53, cuando los húngaros golearon a la selección inglesa. El Estadio Centenario, de Montevideo, suspira de nostalgia por las glorias del fútbol uruguayo. Maracaná sigue llorando la derrota brasileña en el mundial del ´50. En la Bombonera de Buenos Aires, trepidan tambores de hace medio siglo. Desde las profundidades del Estadio Azteca, resuenan los ecos de los cánticos ceremoniales del antiguo juego mexicano de pelota. Habla en catalán el cemento del Camp Nou, en Barcelona, y en euskera conversan las gradas de San Mamés, en Bilbao. En Milán, el fantasma de Guiseppe Meazza mete goles que hacen vibrar al estadio que lleva su nombre. La final del Mundial del ´74, que ganó Alemania, se juega día tras día y noche tras noche en el Estadio Olímpico de Munich. El estadio del Rey Fahd, en Arabia saudi, tiene palco de marmol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir.
Eduardo Galeano en "El fútbol a sol y sombra"

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